“Digan lo que digan nuestros detractores de uno u otro sexo, esos integristas de la moral que defienden una ‘virtud’ que los ahoga, nosotras reinamos sin competencia alguna en nuestro terreno que es compasión, elegancia y un conocimiento debidamente adquirido tanto del alma como del cuerpo humanos.”
La frase anterior, que es toda una declaración de principios, fue escrita hace varias décadas por una mujer que fue, al mismo tiempo, pintora, escritora, prostituta y, por encima de todo, una de las más grandes activistas de la historia en defensa de los derechos de las prostitutas, hoy llamadas trabajadoras sexuales. Estamos hablando de Grisélidis Réal, una mujer nacida en Lausana en 1929 y fallecida en mayo de 2005.
Enterrada en el ginebrino Cementerio de los Reyes, cerca de personalidades como Jorge Luis Borges o el reformador Calvino, esta activista utilizó su cualidad de escritora y su experiencia de treinta años ejerciendo la prostitución para denunciar la hipocresía de la civilización occidental y su falsa moral.
Prostituta e intelectual
Nacida en el seno de una familia de intelectuales, vivió en Egipto y en Atenas cuando era niña. El fallecimiento de su padre, acaecido en esta última ciudad cuando ella tenía 9 años, la devolvió, junto a su madre, a Suiza. Fue en su país natal, en Zúrich, donde Grisélidis decidió estudiar Artes Decorativas. Su mala relación con su madre hizo que buscara desesperadamente una manera de salir del ambiente opresivo de su casa. Esa manera fue casándose cuando apenas había cumplido los veinte años.
Su relación matrimonial no fue satisfactoria. Víctima de maltrato, abandonó a su marido. Tenían un hijo en común y tendría otro con su nueva pareja, pero las autoridades suizas le quitaron la custodia de sus hijos, que fueron confinados en un centro de acogida. Reticente a perder la custodia de sus hijos, los recuperó ilegalmente del citado centro y huyó a Alemania, instalándose en Múnich. Fue ahí, en esa ciudad alemana, donde Grisélidis empezó a prostituirse. Tenía que mantener a sus hijos. Fue ahí también, en Alemania, donde Grisélidis aprendió a saborear músicas como el jazz, los ritmos latinoamericanos, el flamenco y la música gitana. Fue ahí, también, donde vivió durante algún tiempo en algún campamento nómada, acogida por un jefe de un clan gitano. Esa experiencia le sirvió para escribir su novela El negro es un color. Tras ella, y a lo largo de los años, Grisélidis Reál escribió otras obras. Entre ellas podemos destacar Carnet de bal d’une courtisaine, Les Sphinx, La Passe imaginaire o Suis-je encore Vivante?
Libre y rebelde, Grisélidis gozó de la compañía de varios amantes, experimentó con las drogas (como correspondía a los tiempos) y explotó al máximo el sentido de la palabra bohemia. Incluso llegó a estar en prisión por vender marihuana en los cuarteles que el ejército norteamericano, tras la Segunda Guerra Mundial, mantenía en Alemania.
Deportada de Alemania, decidió dar un paso adelante y comprometerse con los movimientos de prostitutas que, a mediados de los años 70, habían emergido en Lyon y en París. Esa lucha la compaginaba con su trabajo como prostituta en un popular barrio de Ginebra, el barrio de Pâquis. Entre sus clientes abundaban trabajadores de las más variadas nacionalidades. Árabes, turcos, portugueses, italianos, franceses, españoles… La cama de Grisélidis Réal era, sin duda, un canto a la multiculturalidad y a la migración. Fue precisamente el ambiente de ese barrio el que Grisélidis se encargó de reflejar en algunos de sus sus escritos.
La prostitución según su visión
Para ella, la prostitución fue “un arte, un humanismo y una ciencia”, y la defensa de los derechos de las prostitutas se convirtió para ella en una obligación moral. Muestra de esa lucha son las siguientes acciones emprendidas por ella:
- Fue una de las líderes de la rebelión de las 500 trabajadoras sexuales que, en el parisino barrio de Montparnasse, ocuparon la capilla de Saint-Bernard en 1975.
- Realizó conferencias y protagonizó actos de diverso tipo en ciudades tan diversas como Ámsterdam, Bruselas, Frankfurt, Nueva York o Stuttgart.
- Fundó en Bruselas el Centro Internacional de Documentación sobre la Prostitución.
- Fue cofundadora de Aspasie, la fundación de ayuda a las prostitutas.
De alguna manera, gracias a todas estas acciones y a su larga experiencia, Grisélidis Réal se convirtió en algo así como en la portavoz de las prostitutas de todo el mundo. De ella es la siguiente frase, que nosotros suscribimos completamente:
“Solo la violencia y la crueldad que obliga a los otros, adultos y niños, a prostituirse sin libertad ni voluntad son a proscribir; y nosotras condenamos esa injusticia con todas nuestras fuerzas, siempre, en todos los lugares, en cualquier época. Porque no pertenecemos ni perteneceremos nunca a los esclavos, ni a los torturadores, ni a las leyes que nos son contrarias, ni a los abusos de la moral”.
A su entierro acudieron un sinfín de personas. Entre ellas figuraban intelectuales, bohemios, estudiantes, compañeras de profesión y, por supuesto, un buen número de antiguos clientes. Se dice que el día que falleció nadie ejerció la prostitución en Ginebra. Actualmente, una calle de la ciudad lleva su nombre.