Más de 5.000 amantes a lo largo de su vida. De esas cifras se habla cuando el nombre de Ninón de Lenclos, sin duda una de las más famosas cortesanas de la historia, sale a colación.
Nadie como esta mujer para simbolizar el irresistible influjo de una cortesana. Culta, con facilidad para las letras, ingeniosa, al parecer era una mujer ciertamente arrebatadora. No en vano, se la ha llamado en alguna que otra ocasión “la reina del amor” y el rey francés Luis XIV la tomó como confidente al igual que hiciera, ocasionalmente, la Reina Cristina de Suecia.
En el caso de ésta, sin embargo, se ha comentado que en la decisión de escoger a Ninón como confidente podía pesar, en mayor o menor medida, un cierto factor lésbico por parte de la reina sueca.
No en vano también, y si queremos dar cuenta de hasta qué punto parece que podía resultar atractiva la cortesana a la que dedicamos este artículo, el archipoderoso y mítico Cardenal Richelieu solicitó los favores sexuales de la célebre cortesana y, según habladurías, llegó a pagar una gran cantidad de dinero por pasar una noche por ella.
Si la pasó o no es algo sobre lo que se tienen dudas, ya que se comenta que Ninón recibió ese dinero de parte del famoso y temido Cardenal, al que ella odiaba, pero que, taimada, envió a otra mujer a pasar la noche con él.
Ninón de Lenclos: prostituta de lujo
Sean ciertos o no estos rumores, lo cierto es que Ninón de Lenclos aparece en muchos listados como una de las más famosas prostitutas de la historia. De lujo, claro está.
Nacida en 1620, era hija de Henri de Lenclos, señor de la Douardière. Abandonada por su padre, su madre intentó buscar un buen matrimonio para ella. La tarea, sin embargo, se presentó para la madre de la futura cortesana casi como un imposible.
Y es que, desde su más tierna edad, la protagonista de nuestro post se reveló como una muchacha de carácter libertario y espíritu fogoso. Derrotada en sus primeras intenciones, la abandonada esposa de aquel pequeño noble de provincias que fue Henri de Lenclos decidió preparar a su hija para cortesana, una profesión que en aquellos tiempos era considerada como “relativamente respetada”.
¿En qué consistía el trabajo de las cortesanas del siglo XVII? Fundamentalmente, en proporcionar compañía y en muchos casos favores íntimos a aquellos caballeros que, en gran número, recorrían las cortes europeas en general y la francesa en particular. No hay que olvidar que en ese momento, en el siglo XVII, la de Francia era la corte más importante del mundo.
La madre de Ninón de Lenclos fue también quien la inició en la lectura, si bien no tanto en la que la muchacha acabó amando (novelas de amor cortés, poesía, clásicos latinos…) sino en otra muy diferente, la de los libros religiosos, que no fueron demasiado del agrado de quien iba a tener un concepto un tanto laxo del concepto moral.
Una cortesana culta y educada
Ninón de Lenclos, y eso se notó en su preparación y en su savoir faire en los más exclusivos salones, fue una mujer muy leída y muy preparada para sostener y animar cualquier tipo de conversación. De hecho, cuando solo era adolescente, ya había leído a filósofos de la talla de Montaigne y hablaba, además de francés, español e italiano.
Todas esas lecturas y esa preparación hicieron sin duda que pudiera brillar en los salones de la corte más allá de su simple belleza física.
Llegada a la corte, la joven no tardó en convertirse en la cortesana más importante de la misma. Su elegancia en el trato, su esmerada educación, su inteligencia… todas esas virtudes, unidas a su encanto, la convirtieron en una rara avis.
Y es que, después de todo, lo más difícil como cortesana no es tanto ser escogida en un momento determinado como compañía de un determinado caballero sino permanecer, después y por tiempo, en la memoria de dicho caballero. Y en eso, al parecer, Ninón descollaba y lo hacía, además, con nota.
Sus antiguos amantes seguían apreciándola una vez que había finalizado la relación y, lo que parece un más difícil todavía, era respetada por las esposas de sus amantes. En cierto modo, hasta daba un cierto de brillo a un marido el llegar a ser compañero ocasional de lecho de esta excepcional cortesana.
Así, su casa de la calle Turnelles, en el Marais parisino, se convirtió en uno de los “salones” más prestigiosos de la capital francesa. Por allí pasaron artistas, escritores y, por supuesto, políticos.
La enemiga de Ninón de Lenclos
Entre los hitos más importantes de Ninón de Lenclos figura el haber sido amante sucesivamente del Marqués de Sévigné y de su hijo. De este segundo, lo fue cuando ella ya había superado los cincuenta años. La señora de Sévigné, esposa y madre de estos dos amantes, se declaró enemiga suya.
La enemistad de Madame de Sévigné hacia Ninón fue uno de los casos excepcionales en los que el brillo de la cortesana no sirvió para “limar asperezas” entre mujeres. Y es que el caso de Madame de Sévigné no era habitual. De hecho, Ninón mantuvo relaciones de amistad con múltiples mujeres. De la señora de Scarron, futura Mme. De Maintenon, se llegó a decir, incluso, que había sido su compañera de cama.
Ninón de Lenclos fue el símbolo perfecto del epicureísmo. Rechazó casarse, cultivó múltiples amistades y, como explicó en cierta ocasión, decidió, en aquella sociedad marcadamente patriarcal, “hacerse hombre”, es decir, comportarse moralmente como se portaban los hombres de la época.
Precursora en muchas cosas, dejó una serie de pensamientos/aforismos en los que da su opinión sobre la condición humana y las relaciones entre los hombres y las mujeres. Esos pensamientos/aforismos están recogidos en las cartas que escribió (aquélla era época de escritura de cartas) al Marqués de Sévigné. Entre dichos aforismos podemos destacar los siguientes:
- “Triunfan más los que fingen estar enamorados que los que en verdad lo están”.
- “Quien ha dejado de agradar pierde el derecho de hacer reproches”.
- “La amistad entre dos mujeres siempre es una conspiración contra una tercera”.
- “El amor nunca muere de hambre; con frecuencia, de indigestión”.
En 1705, apenas iniciado el siglo XVIII y cuando contaba con 85 años de edad, Ninón falleció en París. El Duque de Saint-Simon dijo al saber de su muerte que la cortesana había sido “un claro ejemplo del triunfo del vicio, cuando se dirige con inteligencia y se redime con un poco de virtud”. Sin duda es por eso que el nombre de esta excepcional mujer figura hoy, cuatro siglos después, como ejemplo perfecto de lo que es la perfecta cortesana.